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Mamá, abrázame, dame amor, ¿no ves que no soy feliz?.
Despertar no
cambia nada. Pero por suerte nadie se entera. Sin esos espacios de aire, ¿A
dónde irían a parar mis gritos de auxilio?. Fracasa mi mente en otro intento de escape. El cuerpo que sobrevivió al motín se lava la cara
y el espejo atraviesa mi figura y refleja la pared.
En el camino del
baño a la cocina me cruzo con mi sueño, lo reconozco y lo acepto como mío. También están los labios que no encontraron su rostro, un instante antes de despertar.
Tengo los dientes apretados, como si eso ahuyentara el ruido, el ruido que hace
el cerebro cuando no deja de pensar.
Que las
relaciones se llenen de mierda, no tiene que ser visto como normal. Los buenos
tiempos, se llenan del brillo de fósforos
que prendo para que no pierdan su fulgor, me quemo los dedos, me muero de frío.
Lo jodido del
temer al olvido, es que es lo único que el tiempo no puede curar.
Si un día no
puedo despertar, si es por mí que no aguanto más, ¿alguien escuchará mis gritos
de auxilio?