domingo, 23 de marzo de 2014

Se me llenó la alacena de hormigas.




En el capítulo de hoy me levanto diez minutos después de despertar y seis de abrir los ojos, inescrupulosamente ante la espejo me saco la bombacha del culo prendo la notebook y pongo la pava con solo tres pasos en el microcosmos de un micromonoambiente. Desde arriba veo caer en la taza una cuchara y un saco de té. Aunque no necesito alzar la vista para que mi brazo abra la alacena son mis ojos quienes tienen la primicia: todos mis productos para el desayuno, mi estante favorito, está colapsado de hormigas. Al hecho de que son hormigas lo infiero sinápticamente porque se mueven, pero quien desconozca del comportamiento hormigal bien podría asegurar que se trata de una invasión de puntitos negros. Si bien la alacena Lichtenstein es muy bonita alacena no es mi alacena. Porque soy sensible y la vanguardia me estresa, tengo baja el azúcar, pudiera recuperarla si la  azucarera no fuera un candombe de negras. Me siento angustiada y en una silla. Nada me apura, nada me disuade, en nada me modifican dos hormigas más que caigan majestuosamente sobre la miel. Solo estoy en mi privacidad administrada por inmobiliaria mirando como hordas de guiones ocupas desayunan mi soledad. Anuncio a quien quiera escuchar que me voy a quedar así un tiempo, los minutos que lo requiera y que aviso cuándo quiera empezar mi día. Ayer mi celular me ofreció felicidad (¡si felicidad!) a $11,80 la semana. Pensé que la poética más lógica era aceptar. Hasta ahora tengo once pesos menos, hambre y hormigas en la alacena. 












sábado, 8 de marzo de 2014















¿Por qué entonces soy tu favorita, por qué me preferís, me seguís eligiendo? A veces lo decís y parece que todo lo que de mí quisieras es tan poco en el fondo. Y en el fondo, nada.
¿Que querés que te diga? Mirá, estuve pensando y creo que las cosas deberían ser así. Y vos me digas tengo otra idea, y como siempre disentimos y es algo que nos gusta, entonces dejamos todo sin tocar y nos seguimos queriendo, siempre de la misma manera y seguimos con esto, de hablar de algo y escuchar Spinetta hasta que agonicemos de luz.