En el capítulo de hoy me levanto diez minutos después de
despertar y seis de abrir los ojos, inescrupulosamente ante la espejo me saco
la bombacha del culo prendo la notebook y pongo la pava con solo tres pasos en
el microcosmos de un micromonoambiente. Desde arriba veo caer en la taza una
cuchara y un saco de té. Aunque no necesito alzar la vista para que mi brazo
abra la alacena son mis ojos quienes tienen la primicia: todos mis productos
para el desayuno, mi estante favorito, está colapsado de hormigas. Al hecho de
que son hormigas lo infiero sinápticamente porque se mueven, pero quien
desconozca del comportamiento hormigal bien podría asegurar que se trata de una
invasión de puntitos negros. Si bien la alacena Lichtenstein es muy bonita alacena
no es mi alacena. Porque soy sensible y la vanguardia me estresa, tengo baja el
azúcar, pudiera recuperarla si la azucarera
no fuera un candombe de negras. Me siento angustiada y en una silla. Nada me apura,
nada me disuade, en nada me modifican dos hormigas más que caigan majestuosamente
sobre la miel. Solo estoy en mi privacidad administrada por inmobiliaria mirando
como hordas de guiones ocupas desayunan mi soledad. Anuncio a quien quiera escuchar
que me voy a quedar así un tiempo, los minutos que lo requiera y que aviso cuándo
quiera empezar mi día. Ayer mi celular me ofreció felicidad (¡si felicidad!) a
$11,80 la semana. Pensé que la poética más lógica era aceptar. Hasta ahora
tengo once pesos menos, hambre y hormigas en la alacena.
Señor arquitecto: hágame usted una casa mitad fortaleza, mitad panal. Baldomero Fernandez Moreno
domingo, 23 de marzo de 2014
sábado, 8 de marzo de 2014
¿Por qué entonces soy tu favorita, por qué me preferís, me seguís eligiendo? A veces lo decís y parece que todo lo que de mí quisieras es tan poco en el fondo. Y en el fondo, nada.
¿Que querés que te diga? Mirá, estuve pensando y creo que las cosas deberían ser así. Y vos me digas tengo otra idea, y como siempre disentimos y es algo que nos gusta, entonces dejamos todo sin tocar y nos seguimos queriendo, siempre de la misma manera y seguimos con esto, de hablar de algo y escuchar Spinetta hasta que agonicemos de luz.
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