El ficus tiene ya dos años en este piso. En condiciones naturales puede alcanzar colosal tamaño, en su macetita blanca se adaptó a la altura promedio de otros muebles en la casa. Le prometí compañía y todo el sol de la tarde, pero la viva natura ante la mentira perdió follaje. Desde el rincón vio la planta colgante morir de seca, escuchó ahogarse los cactus, por más que quisiera con la tierra seca y dura nada pudo hacer para ir en su rescate. Empalideció. En su perenne soledad creció orientada a la ventana, pegando hojitas al vidrio, su pequeña copa mirando la amazónica terracita del frente.
Así cualquiera -le dije un día desde la cocina- acá la casa es chica pero el corazón es grande. Tembló un poco, pero no se dio vuelta, la vasija lloró el agua recién puesta sobre los cerámicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario