Uno pensaría que el ir al concierto Sabina – Serrat es suficiente motivo para que la noche sea mágica. Pero para esta historia, fue recién el comienzo.
Cuentan y recuentan que en muchas ocasiones personas encontraron el amor a la vuelta de la esquina, en la parada de un colectivo, en un nuevo compañero, o en el asiento de al lado en un concierto. Créase o no, fui testigo de esta última.
Mientras esperaba que el show comience me dedique a observar, y así fue que lo vi. En la fila que estaba delante a mi lugar, más precisamente en un asiento frente a mí se sentó un chica, que como yo, había ido al recital sola. Tenía aproximadamente 24 años, cabello cortito, carita de nena, y un litro de cerveza. Sé notaba en los ojitos detrás de sus anteojos que estaba exageradamente ansiosa y feliz por ese momento ( probablemente sabía lo que iba a pasar). El resto de la gente fue ocupando las localidades, entre ellas mis asientos contiguos. Un rato antes de que bajen la luz para que esos dos grandes empiecen el primer tema, llegó él. Venía solo, tenía pelo castaño, altura promedio, camisa a cuadros, y el número de entrada anterior al de esa chica. Como cualquier persona bien educada que va a compartir una velada junto a un desconocido, se saludaron. Para ese momento yo me había dado cuenta.
Juro que ustedes también lo habrían notado. Eran tal para cual. Él tenía sed, ella tenía cerveza. Entablaron su primer conversación, y así también yo me enteré que ambos estudiaban abogacía y que tenían la igual edad, demás está decir que tenían los mismos gustos y vivían en la misma ciudad.
Juro que ustedes también lo habrían notado. Eran tal para cual. Él tenía sed, ella tenía cerveza. Entablaron su primer conversación, y así también yo me enteré que ambos estudiaban abogacía y que tenían la igual edad, demás está decir que tenían los mismos gustos y vivían en la misma ciudad.
La luz se apagó, las pantallas se encendieron y la función comenzó. Después de un par de temas le tocaba a él ir a comprar la bebida. Tomaron, charlaron, se rieron y cantaron. Estaban empalagosamente destinados.
En medio de las voces de Joaquín y el Nano, ella se fue, y ya no volvió. Y cuando dieron las diez y las once, las doce y la una, las dos y las tres.. él se puso a buscar su cara entre la gente.
Después de varios amagues los españoles tocaron la última canción. Yo emprendí el camino a casa, y no supe como terminó la noche para esos dos. Volví a mi vida sin saber si ella reapareció, si fueron a comer o a tomar algo. Si fue real o un invento, si fue el aburrimiento o mi imaginación.
Pensaba para mis adentros, que riesgo había corrido, que esta vez había zafado, que el destino anda asechando y que a mi también me podría haber tocado.
Esta vez los ataco a ellos, pero nadie asegura que la próxima estaremos a salvo. Que incertidumbre no saber quien se nos sentará al lado.
Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos.. |
ESAS COSAS SOLOO TE PASAN A TI ... ya guarde mi frase favorita! ♥
ResponderEliminar"Entablaron su primer conversación, y así también yo me enteré que ambos estudiaban abogacía y que tenían la igual edad, demás está decir que tenían los mismos gustos y vivían en la misma ciudad" Jajaja mirá si tenías a tu media naranja al lado y no te diste cuenta por chusmear a los de adelante cual señora de barrio fino...
ResponderEliminarJajaja. Na, tenía una pareja a cada lado, y era imposible no escucharlos.
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